martes, 2 de junio de 2015

Tres es Multitud

Detrás del extensísimo y homónimo no-título se esconde uno de los más singulares y frescos lanzamientos de la escena independiente montevideana. El disco hecho a seis manos por estos tres paladines del indie surgió como producto de la mutua admiración y de la diversidad. Porque hay que entender una cosa: este disco está hecho por tres personas que tienen diferentes bagajes e influencias y que hacen cosas distintas por separado. Algo así como el Flopa, Manza, Minimal (2003, Azione Artigianale) pero yorugua, lo de Henry, Meyer y O’Bianchi es la suma de las diferentes fuerzas que hay en cada uno. Salvando las distancias musicales entre ambos discos –que son notorias- la idea base es similar.

Mientras que en aquel recordado disco del 2003 primaba el folk rock alla Crosby, Stills & Nash, acá lo que prevalece es el eclecticismo y, en algunos pasajes, la excentricidad y la experimentación. En varias entrevistas los tres músicos comentaron la infinidad de capas que poseen algunos temas y también la apertura a nuevas instrumentaciones que significó el disco (que se ve reflejada en la gran lista de invitados). Por lo tanto, podemos rastrear múltiples influencias, que pueden ir desde el tropicalismo de fines de los 60 al hard rock setentoso sin escalas. Justamente eso de pasar de una cosa a la otra como si de un zapping se tratase es una de las características más llamativas del disco. Claramente deliberada, la idea del mismo es reflejar la manera de escuchar música en estos tiempos de sobreinformación y la llegada de todo en nanosegundos. Cuando uno empieza a paladear una canción, ésta se termina abruptamente, ya sea con un corte seco o con sonidos ambientes de lo más diversos.



El disco abre con “Alunación 11/10”, que musicalmente puede remitirnos al primer Dyaln y por ende a Woody Guthrie, pero con campanitas, para inmediatamente después (1:47 para ser más exactos) pasar a un rock valvular (“Los Conservadores”) que nos lleva al glam de T-Rex que se diluye -nuevamente- en la exquisita “Candy Bar”, un rock “abolerado” si es que tal cosa existe. Esta canción a su vez deriva en ese viaje entre tribal y psicodélico que es “Ácido en el Trabajo”, quizás el primer tema de duración “convencional” del disco (supera los tres minutos de duración).

Así y todo, convencional es un término que se contrapone a todo el concepto del disco, ya que lo mutante y desconcertante es el eje que atraviesa al mismo que fue, justamente, producto de un “taller de composición” que los tres músicos se impusieron a sí mismos durante dos años. Lo cual (junto al conocimiento previo de la obra de los tres artistas) puede permitir entender más lo descontracturado (y desestructurado) que suena todo, a pesar del gran sonido obtenido en temas de títulos tan delirantes como HOTEL Spinetta”, “Día del Cerebro”, “Arañas de Arroz” u “Ovni Dorado”.

Una rara avis por donde se lo mire, desde el método compositivo que usaron los tres músicos para llegar a las canciones, los títulos de las mismas y hasta su presentación en sociedad (¡una escucha colectiva en un cineclub!), el disco es una de las más refrescantes propuestas uruguayas cosecha 2015. Desde ya, uno de los discos del año de por acá.




(*) Este artículo fue publicado previamente en IndieHoy

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