sábado, 15 de agosto de 2015

Tame Impala - Currents

Uno de los discos de los que más se habló sin aun haber salido a la venta y que más expectativas generó en lo que va del 2015 fue sin dudas el de Tame Impala. La banda liderada por Kevin Parker edita nuevo material después del aclamado y consagratorio Lonerism (2012) y se mueve hacia adelante en su nuevo disco, sin por ello perder el gen psicodélico.

La psicodelia según la banda australiana no se reduce a los sonidos característicos de los 60 y eso queda en claro en Currents (Interscope), en el que toman el control los sintes y las programaciones dignas de los 80 pero siempre con un pie en el futuro. Con abundante uso de efectos de voz y en las guitarras Tame Impala le añade un carácter bailable y a la vez barroco a sus nuevas canciones. “Let It Happen”, que abre el disco, es una clara muestra de ello. Grandilocuente y con un sonido inicial que es algo así como el sonido de la felicidad, el tema de más de siete minutos de duración es el mejor comienzo que podía tener el disco y marcará la tónica del mismo: baile, experimentación, psicodelia y espíritu soul.

No sólo el mencionado tema pide pista. A lo largo de toda la obra, Parker y los suyos nos inducen al baile. Pueden sonar tanto autotuneados como Daft Punk (el mencionado “Let it Happen”) así como al Michael Jackson de Off The Wall (“The Moment”, “The Less I Know The Better”) sin por ello perder la esencia. Las búsquedas y la ejecución son las mismas pero el sonido se expande. Quizás algo de eso tenga que ver la fuerte participación de Kevin Parker en el último disco de Mark Ronson (Uptown Special), en cuyo proceso se debe haber empapado en soul y R&B, que es lo que este disco respira. No sólo en los temas más “bailables” sino también en los más introspectivos (“Yes, I’m Changing”, “’Cause I´m a Man”).




Si bien el disco suena esperanzado, lo cierto es que también es un disco de ruptura, en el que Parker exorciza demonios y se posiciona como personaje principal de sus canciones. Honesto y frontal, a veces discutible (como en el estribillo de “’Cause I’m a Man”), el líder de Tame Impala mira hacia el futuro según su visión de las cosas. En esta búsqueda el todo puede resultar imperfecto, cómo no (resultan medio inexplicables los temas tipo interludios como “Nangs” y “Gossip”, que no aportan demasiado en cuanto a lo sonoro), pero como en toda búsqueda, lo que queda es la satisfacción final, que llega con un muy buen cierre como es “New Person, Same Old Mistakes”.

Tame Impala pone alta la vara para quienes vengan después de ellos, como Temples, Toy o Unknown Mortal Orchestra, porque no sólo generan un disco de transición con Currents sino que expanden el sonido de la nueva psicodelia hacia lugares que todavía otros no se han animado, contaminándolo del pop más radial y menos intelectual que pueda haber en la vuelta. Resta esperar, por ahora tenemos Tame Impala para rato.



(*) Este artículo fue publicado previamente en Indie Hoy.

jueves, 13 de agosto de 2015

Franz Ferdinand y Sparks se sacan chispas

La banda de Alex Kapranos y compañía se alía junto al excéntrico dúo de culto estadounidense Sparks, y el resultado es uno de los álbumes en colaboración más coherentes que puedan escucharse

Luego de haber editado un muy buen disco en 2013 (Right Thoughts, Right Words, Right Action, cuya gira de presentación los trajo a Montevideo), los escoceses de Franz Ferdinand parecen no querer tomarse descanso. Este año decidieron editar un disco en colaboración con una banda ignota a pesar de gozar de un extraño éxito y prestigio en determinados lugares del hemisferio norte: Sparks. La banda conformada por los hermanos  Ron y Russell Mael (que parecen tan hermanos como Jack y Meg White) empezó su historia allá por los primeros setenta y, tras la fría recepción del público estadounidense -para el cual seguramente estos excéntricos que mezclaban todos los géneros en su licuadora sonora eran demasiado- se redujo a dúo primero y luego directamente abandonaron la gran América por un refugio como suele ser Inglaterra, donde su Kimono My House del ’74 fue un éxito y les valió su reputación como banda “de culto”, que sigue hasta la actualidad.

Quizás por ese lado puede rastrearse la actitud de Alex Kapranos y los suyos de tener la iniciativa para, de alguna manera, hacer más “visibles” a los del dúo veterano, quienes si bien siguen desde siempre en actividad, no son tan notorios como lo son por el momento los Franz Ferdinand, quienes además del elogio crítico son acompañados por el público. Fuera de estas elucubraciones del porqué del disco conjunto, rastreemos en la música. Lo de FFS (sigla que adoptó la formación y también nosotros para ahorrar caracteres) debe ser uno de los álbumes en conjunto más coherentes tanto estética como sonoramente, si no el más. A pesar del tufillo bizarro del asunto, parece que ambas bandas se conociesen de siempre y que pueden convivir en perfecta armonía. Las melodías excéntricas, cuasi operísticas por momentos (que le valieron sus comparaciones con Queen) y casi siempre kitsch de Sparks se amalgaman naturalmente al groove garagero de Franz Ferdinand. FFS es un disco que, a pesar de la mencionada virtud, no suena removedor como sí lo hacen los discos por separado de ambas bandas, tanto por hacer mover la patita en el caso de Franz Ferdinand como por descolocar en el caso de Sparks.





Lo dicho más arriba no necesariamente significa que el disco no sea valioso ni interesante. El asunto es que uno en este tipo de discos piensa en cuán mutante será el resultado, y si bien puede que algunos de los temas generen desconcierto, como el irónicamente titulado “Colaborations Don’t Work” (seguramente compuesto ad hoc), sea porque no conocían previamente a Sparks y su música. Pero si esperaban un experimento del que resultase algo nuevo, este disco ciertamente no lo es, como sí lo eran en sus mejores momentos las colaboraciones entre Scott Walker y Sun O))) (Soused, 2014) e inclusive la incomprendida yunta entre Metallica y Lou Reed (Lulu, 2011). Fuera de gustos estos dos discos representaban la intención de romper con algo. En FFS más bien fluyen naturalmente. Lo cual tampoco está mal.





En sus momentos más inspirados, los FFS regalan grajeas pop con el sustain necesario para que se queden prendadas del cerebro. Ahí están “Johnny Delusional”, “Little Guy From The Suburbs”, “Police Encounters”, “So desu Ne” (un hit modelo 79-81 que no desentonaría en el repertorio de The Cars y en el que se cuela cierta influencia nipona que siempre tuvo Sparks) y “The Man Without a Tan”. Cabrá esperar cómo será recordada en unos años esta colaboración extraña y a la vez, y aunque parezca contradictorio, coherente.



(*) Este artículo fue publicado previamente en Revista Moog.