En su segundo disco solista, el mayor de los exlíderes de Oasis sigue la misma línea de su antecesor, pero a su vez deja entrever algunos guiños a su antigua banda.
Suenan los primeros acordes del tema que abre Chasing Yesterday (“Riverman”), y lo primero que viene a la mente es “Wonderwall”, el mega hit de Oasis cosecha ’95. ¿Casualidad? Puede que sí y puede que no, porque si leyeron bien, lo último de Noel Gallagher se llama Chasing Yesterday (persiguiendo al pasado) y si bien puede estar hablando de otra cosa, con todos los rumores que se han escuchado en estos últimos días sobre un posible reencuentro de los hermanos más histéricos y peleadores de la historia del rock, el más grande de los dos deja abiertas las puertas de la duda. ¿Noel se reconcilia con su pasado? ¿Lo persigue porque quiere volver a él? La respuesta es tan ambigua por lo que se puede ver/oír a través del disco que puede ser un sí tímido o un no rotundo.
Por un lado los acordes iniciales de “Riverman” podrían decir que sí, que Noel se sigue copiando a sí mismo y a los Beatles, pero por la búsqueda hasta si se quiere bailable de algunos temas, poseedores de un groove que, en su caso, nunca llega a explotar del todo (que remite seguramente a esos días en que un jovencísimo Noel escuchaba música house en The Haçienda, el mítico boliche regenteado por los New Order que hizo bailar a Inglaterra entre fines de los 80 y principios de los 90 y que inmortalizó a la ciudad de Manchester como Madchester) y de elementos impensables en épocas del reinado britpop como un solo de saxo (¡!) en el mencionado primer tema que hace acordar un poquitín al de “Money” de Pink Floyd, Noel desconcierta y siembra la duda. “Es o se hace” se preguntarán sus fans más acérrimos. La ambigüedad en este aspecto es la que sobrevuela todo el disco.
Hay momentos buenos (quien esto escribe cree que este tema con solo de saxofón es una bienvenida vuelta de tuerca al mundo del Gallagher más crecidito), momentos más o menos y de los otros, los más chatos y a los que nos tenía acostumbrado Oasis en su último par de discos, quizás solo apreciables para quienes son devotos de la banda mancuniana.
Así y todo el hit “In the Heat of the Moment” (perdón por lo cacofonía de la frase pero es la mixtura de idiomas lo que la genera), la ganchera “Lock All the Doors”, la más reposada de “The Dying of the Light” y “The Ballad of the Mighty I”, la canción encargada de cerrar el disco y la del invitado lujoso, ya que cuenta con Johnny Marr en guitarra, son un puñado de temas más que atendibles y con sustancia, que fuera del anacronismo y tradición que representan en parte, significan un nuevo empujoncito por mostrar que Noel no es un cerrado que se quedó en los Beatles, el glam rock de David Bowie y T-Rex y la energía de los Stone Roses, sino un señor un poco más maduro que está abierto a nuevos sonidos, es decir, a sonidos que nunca acostumbró siquiera a transitar en su mañana de gloria (el saxo) y a dejarse secundar por una voz femenina como sucede en “The Right Stuff”.
Clásico y moderno para sus estándares, Noel Gallagher deja un disco que seguramente dividirá las aguas entre quienes lo aman o lo odian, no tanto por lo musical, sino más bien por lo que puede representar con respecto a su pasado y a sus dichos.
(*) Este artículo fue publicado previamente en Revista Moog.uy
Suenan los primeros acordes del tema que abre Chasing Yesterday (“Riverman”), y lo primero que viene a la mente es “Wonderwall”, el mega hit de Oasis cosecha ’95. ¿Casualidad? Puede que sí y puede que no, porque si leyeron bien, lo último de Noel Gallagher se llama Chasing Yesterday (persiguiendo al pasado) y si bien puede estar hablando de otra cosa, con todos los rumores que se han escuchado en estos últimos días sobre un posible reencuentro de los hermanos más histéricos y peleadores de la historia del rock, el más grande de los dos deja abiertas las puertas de la duda. ¿Noel se reconcilia con su pasado? ¿Lo persigue porque quiere volver a él? La respuesta es tan ambigua por lo que se puede ver/oír a través del disco que puede ser un sí tímido o un no rotundo.
Por un lado los acordes iniciales de “Riverman” podrían decir que sí, que Noel se sigue copiando a sí mismo y a los Beatles, pero por la búsqueda hasta si se quiere bailable de algunos temas, poseedores de un groove que, en su caso, nunca llega a explotar del todo (que remite seguramente a esos días en que un jovencísimo Noel escuchaba música house en The Haçienda, el mítico boliche regenteado por los New Order que hizo bailar a Inglaterra entre fines de los 80 y principios de los 90 y que inmortalizó a la ciudad de Manchester como Madchester) y de elementos impensables en épocas del reinado britpop como un solo de saxo (¡!) en el mencionado primer tema que hace acordar un poquitín al de “Money” de Pink Floyd, Noel desconcierta y siembra la duda. “Es o se hace” se preguntarán sus fans más acérrimos. La ambigüedad en este aspecto es la que sobrevuela todo el disco.
Hay momentos buenos (quien esto escribe cree que este tema con solo de saxofón es una bienvenida vuelta de tuerca al mundo del Gallagher más crecidito), momentos más o menos y de los otros, los más chatos y a los que nos tenía acostumbrado Oasis en su último par de discos, quizás solo apreciables para quienes son devotos de la banda mancuniana.
Así y todo el hit “In the Heat of the Moment” (perdón por lo cacofonía de la frase pero es la mixtura de idiomas lo que la genera), la ganchera “Lock All the Doors”, la más reposada de “The Dying of the Light” y “The Ballad of the Mighty I”, la canción encargada de cerrar el disco y la del invitado lujoso, ya que cuenta con Johnny Marr en guitarra, son un puñado de temas más que atendibles y con sustancia, que fuera del anacronismo y tradición que representan en parte, significan un nuevo empujoncito por mostrar que Noel no es un cerrado que se quedó en los Beatles, el glam rock de David Bowie y T-Rex y la energía de los Stone Roses, sino un señor un poco más maduro que está abierto a nuevos sonidos, es decir, a sonidos que nunca acostumbró siquiera a transitar en su mañana de gloria (el saxo) y a dejarse secundar por una voz femenina como sucede en “The Right Stuff”.
Clásico y moderno para sus estándares, Noel Gallagher deja un disco que seguramente dividirá las aguas entre quienes lo aman o lo odian, no tanto por lo musical, sino más bien por lo que puede representar con respecto a su pasado y a sus dichos.
(*) Este artículo fue publicado previamente en Revista Moog.uy
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