miércoles, 9 de septiembre de 2015

El dulce brillo de Mateo



Se reeditó la indispensable biografía del genial y controvertido Eduardo Mateo, a cargo de Guilherme de Alencar Pinto. Se trata de unos de los acontecimientos literarios del año, y por acá lo celebramos

Para todos aquellos que tuvimos durante buen tiempo el archivo en PDF porque no lo conseguíamos en su versión física (o si podíamos hacerlo tenía valor astronómico en la web) y que nos resistimos a leerlo hasta tenerlo en nuestras manos, se reeditó el indispensable Razones Locas, libro insignia en cuanto a investigación musical en nuestro país. En su cuarta edición (la primera es de 1994, unos pocos años después de la muerte del músico) el musicólogo y periodista brasileño Guilherme de Alencar Pinto agrega más enriquecedoras notas al pie, material gráfico y traslaciones a la realidad de este 2015 que permiten que no nos perdamos en la narración, que tiene la particularidad de fluir como las mejores novelas.

Este libro-cebolla está tan lleno de capas como lo estaba el propio Mateo. Músico para músicos en algún momento, hoy devenido en héroe de culto al cual se lo ha llegado a comparar, seguramente por su trágico derrotero, con gente tan disímil como Syd Barret o Tanguito. Sus discos pasaron de venderse de manera muy magra en su época (salvo excepciones que el libro mismo nos cuenta) a ser editados en versión deluxe en vinilo para otros países, en donde también se lo ha comparado con músicos como Nick Drake y en donde ha ganado adeptos tan insospechados como Devendra Banhart. Pero fuera de comparaciones y hypes, lo más destacable de esta biografía es el uso de los testimonios, los cuales el periodista transcribe sin corregir expresiones típicas de por aquí, muletillas que ahora nos pueden resultar un tanto ñoñas y que dan cuenta de otra época en Montevideo, de otra manera de ver y apreciar las cosas.

Este monumental libro funciona como un documental en el que cada testimonio remite a las típicas “cabezas parlantes” del cine. Uno más o menos conociendo a quienes “hablan” puede imaginárselos a la hora de hablar (bien o mal) de Mateo. Porque ese es otro de los destaques, el hecho de no escatimar en datos que quizás otro hubiese omitido para preservar el “aura” del artista. Sin embargo, Alencar Pinto –que de hecho mantuvo una relación laboral y de amistad con su objeto de estudio- no se guarda esos testimonios que quizás otro no hubiese publicado, esos que pueden no deja la mejor imagen de Mateo como persona y que lo describen como un delirante, un loco, un vagabundo o, lisa y llanamente como un cagador. Dicho esto, es admirable el manejo con el que el autor lo lleva esto a cabo: no juzga y deja que los otros hablen, con lo que crea un inmenso e impresionante fresco sobre la vida de uno de los más particulares artistas que han existido por estos lares, fuera de cómo se haya manejado ante la vida.

Además de ser un libro fascinante que no dan ganas de parar de leer –a pesar de sus más de 570 páginas más un extenso y pormenorizado índice- es un material de consulta constante y un objeto en sí mismo que, cualquiera que se precie de melómano o amante de la música en general, debería tener en su biblioteca. Un libro que incluso a aquellos que ya sabían bastante de la obra del músico les va a resultar por momentos sorpresivo. Si bien está ordenado cronológicamente, nunca una parte resulta más aburrida que la otra: ya sea contando su infancia, su etapa como músico de casino prolijamente empilchado y peinado, las épocas de El Kinto y las musicaciones, su celebrada primera etapa solista o sus últimos días, Alencar Pinto pone alta la vara con la que deberán medirse quienes quieran a partir de ahora escribir sobre música en el país.

Desde el aspecto formal y teórico, de escritura y de investigación, Alencar Pinto da cátedra y pareciera de una vez por todas cerrar esta obra en construcción que viene creciendo y puliéndose desde mediados de los 90, cuando todavía el protagonista de su libro era casi un secreto a voces dentro de la música popular uruguaya. Un eterno outsider que queda inmortalizado en una obra digna de la mejor literatura musical que podemos tener por acá.