jueves, 13 de agosto de 2015

Franz Ferdinand y Sparks se sacan chispas

La banda de Alex Kapranos y compañía se alía junto al excéntrico dúo de culto estadounidense Sparks, y el resultado es uno de los álbumes en colaboración más coherentes que puedan escucharse

Luego de haber editado un muy buen disco en 2013 (Right Thoughts, Right Words, Right Action, cuya gira de presentación los trajo a Montevideo), los escoceses de Franz Ferdinand parecen no querer tomarse descanso. Este año decidieron editar un disco en colaboración con una banda ignota a pesar de gozar de un extraño éxito y prestigio en determinados lugares del hemisferio norte: Sparks. La banda conformada por los hermanos  Ron y Russell Mael (que parecen tan hermanos como Jack y Meg White) empezó su historia allá por los primeros setenta y, tras la fría recepción del público estadounidense -para el cual seguramente estos excéntricos que mezclaban todos los géneros en su licuadora sonora eran demasiado- se redujo a dúo primero y luego directamente abandonaron la gran América por un refugio como suele ser Inglaterra, donde su Kimono My House del ’74 fue un éxito y les valió su reputación como banda “de culto”, que sigue hasta la actualidad.

Quizás por ese lado puede rastrearse la actitud de Alex Kapranos y los suyos de tener la iniciativa para, de alguna manera, hacer más “visibles” a los del dúo veterano, quienes si bien siguen desde siempre en actividad, no son tan notorios como lo son por el momento los Franz Ferdinand, quienes además del elogio crítico son acompañados por el público. Fuera de estas elucubraciones del porqué del disco conjunto, rastreemos en la música. Lo de FFS (sigla que adoptó la formación y también nosotros para ahorrar caracteres) debe ser uno de los álbumes en conjunto más coherentes tanto estética como sonoramente, si no el más. A pesar del tufillo bizarro del asunto, parece que ambas bandas se conociesen de siempre y que pueden convivir en perfecta armonía. Las melodías excéntricas, cuasi operísticas por momentos (que le valieron sus comparaciones con Queen) y casi siempre kitsch de Sparks se amalgaman naturalmente al groove garagero de Franz Ferdinand. FFS es un disco que, a pesar de la mencionada virtud, no suena removedor como sí lo hacen los discos por separado de ambas bandas, tanto por hacer mover la patita en el caso de Franz Ferdinand como por descolocar en el caso de Sparks.





Lo dicho más arriba no necesariamente significa que el disco no sea valioso ni interesante. El asunto es que uno en este tipo de discos piensa en cuán mutante será el resultado, y si bien puede que algunos de los temas generen desconcierto, como el irónicamente titulado “Colaborations Don’t Work” (seguramente compuesto ad hoc), sea porque no conocían previamente a Sparks y su música. Pero si esperaban un experimento del que resultase algo nuevo, este disco ciertamente no lo es, como sí lo eran en sus mejores momentos las colaboraciones entre Scott Walker y Sun O))) (Soused, 2014) e inclusive la incomprendida yunta entre Metallica y Lou Reed (Lulu, 2011). Fuera de gustos estos dos discos representaban la intención de romper con algo. En FFS más bien fluyen naturalmente. Lo cual tampoco está mal.





En sus momentos más inspirados, los FFS regalan grajeas pop con el sustain necesario para que se queden prendadas del cerebro. Ahí están “Johnny Delusional”, “Little Guy From The Suburbs”, “Police Encounters”, “So desu Ne” (un hit modelo 79-81 que no desentonaría en el repertorio de The Cars y en el que se cuela cierta influencia nipona que siempre tuvo Sparks) y “The Man Without a Tan”. Cabrá esperar cómo será recordada en unos años esta colaboración extraña y a la vez, y aunque parezca contradictorio, coherente.



(*) Este artículo fue publicado previamente en Revista Moog.

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