martes, 16 de junio de 2015

El Hombre Orquesta

Como figura principal del festival Conexión Pernambuco, y en el marco inigualable de la Sala Zitarrosa, el gran percusionista Naná Vasconcelos se presentó en Montevideo tras más de una década.

Se conozca o no su obra previa, lo cierto es que, ante un show del pernambucano, todos caen bajo su influjo. Entrar al mundo de Naná Vasconcelos es como una sesión de espiritismo, es dejarse llevar por las sonoridadaes del mundio y, en particular, de su amada selva amazónica, a la cual el percusionista considera como una de sus mayores fuentes de inspiración, más especiíficamente en la elección de los instrumentos. Sea tocando percusión convencional así como una cacerola, un berimbau o su propio cuerpo, lo de Vasconcelos es profundamente hipnótico. Quizás no sea una experiencia para cualquiera pero sui uno se deja llevar, puede volverse algo único e irrepetible.






En lo anteriormente dicho contribuyó la elección de la Sala Zitarrosa, que fue un marco perfecto para el breve pero contundente show de este señor (tiene 70 años y su energía no lo demuestra) que vino a deslumbrar a quienes tenían menos idea sobre su música y a reafirmar su fanatismo a quienes sí lo hacían. Es curioso como la gente interactuó y cantó con el músico, y digo esto porque el público uruguayo (específicamente el montevideano) se caracteriza por su exceso de respeto y muchas veces hasta por su por su abulia. Vasconcelos mediante el lenguaje de señas hizo que prácticamente todos los concurrentes canten, hagan sonidos percusivos con sus voces y hasta que batan palmas para emular los sonidos de la lluvia en la selva.


                           

                                    



Naná lo dejó en claro: él precisa escuchar “las voces de la ciudad” y por esa razón el show fue tan interactivo y lúdico. Los vergonzosos debieron dejar la vergüenza de lado para entrar en el juego del notable percusionista, que lleva una vida haciendo música y tocando con los más notables, desde Pat Metheny (tras la ida de su agrupación entró en su lugar Pedro Aznar, quien dejó a Serú Girán para sustituirlo) y Egberto Gismonti, pasando por Don Cherry y Collin Walcott (con quienes formó el grupo de jazz experimental Codona). Además de haber participado en innumerables colaboraciones con gente de lo más diversa como por ejemplo, en el grupo del siempre atento a la “música del mundo” David Byrne, nada más y nada menos que los Talking Heads.


     
                                      



Es que Vasconcelos es un ciudadano del mundo, vive actualmente en Nueva York y residió durante un buen tiempo en París, y si bien sus sonoridades remiten al nordeste brasileño, lo cierto es que él mismo no se considera un artista netamente de su país ni que su música pertenezca exclusivamente a él. Pocos se le animan a los escenarios solos, con sus instrumentos de percusión como si de una banda u orquesta se tratase y transmiten lo que Naná logra transmitir. Pero él no solamente se le anima sino que también logra alto vuelo con su música. Un placer para los oídos (y los sentidos todos) el poder presenciar a un artista de la talla de Vasconcelos en un lugar tan acogedor como lo es la Zitarrosa. Recital que dejó en claro además que, muchas veces lo bueno, es breve.






(*) Este artículo fue publicado previamente en Cooltivarte.com

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