sábado, 25 de mayo de 2013

Volviendo a las Cavernas

Como lamentablemente siempre sucede no fuimos muchos, pero sí los suficientes para sentir el poder del ahora definitivo power trío (nunca mejor aplicado el término) que ayer hizo vibrar al público montevideano. Hablamos de Pez, claro está, y esta es la crónica de cómo los de Boedo sacudieron al público presente en las instalaciones de Bluzz Live.

Se habló durante mucho tiempo de Pez como "el secreto mejor guardado del rock argentino" y cosas por el estilo, pero frases como estas deben ser consideradas de antaño ya que desde hace mucho tiempo es una saludable costumbre que una vez por año (o casi) tengamos un nuevo disco de Pez, no necesariamente en las bateas, ya que no se hace fácil conseguir sus discos por aquí (¡y encima les quitaron los que traían para vender junto con unas cuántas remeras en la aduana!). A pesar de todos estos contratiempos, la música y las ganas de tocar siguieron intactas y los comandados por Ariel Minimal (que alguna vez supo ser guitarrista de Los Fabulosos Cadillacs) dieron un show ajustadísimo, poderoso y vital. La sesión de espiritismo se dio como debía darse.




Asentados en su formación de trío (a Minimal en guitarra y voz se le suman esos dos monstruos que son Franco Salvador y Fósforo García en batería y bajo respectivamente) no se notó en ningún momento la falta del teclado que en otros tiempos quizás resultó fundamental para los sonidos con los que experimentaba la banda. Porque convengamos que ya desde hace años Pez volvió a las raíces, a ese sonido primigenio de discos como Quemado (1996) o su primer disco homónimo (tienen más de uno) de 1998. Ya desde El Porvenir (2009) Minimal y los suyos dejaron de lado esas incursiones tangueras, deudoras tanto de Rodolfo Mederos, Litto Nebbia o los más piazzollano de Almendra o Invisible, así como también dejaron de lado un posible sonido acústico como el de Hoy (que es el que Minimal desarrolla más en sus discos solistas y junto a Flopa Lestani, que acusa influencias del folk de Crosby, Stills & Nash) y ni que hablar de "lo progresivo", que dejaba ver la influencia de bandas como King Crimson y Yes, o versiones actualizadas de estos como The Mars Volta, para volcarse de lleno a un sonido que es más deudor del primer hardcore de Black Flag o de el sonido de bandas como Misfits o Queens of The Stone Age y tocada como pocas bandas pueden tocarla. Porque no sólo de fuerza y entrega se trata Pez, sino también de virtuosismo, pero no del mal entendido, del "mirá que bien que toco", sino del necesario para llevar adelante un emprendimiento como este.




Pez es una una topadora de gente que toca bien, muy bien. Y al palo. Presenciar temas como "Último acto", "Fuerza", "El desengaño" o "Los caretas del reggae se lo quieren llevar pero el porro es del metal" (gran título) es como recibir un cross a la mandíbula, como un sacudón en todo el cuerpo, pero también pueden bajar algunos decibeles sin perder un ápice de su fuerza y ganando en intensidad como sucedió cuando tocaron "Por Siempre" y "Maldición" (de su fundamental Folklore del 2004), "La estética del resentimiento" o la deliciosa "Roma" (a la cual quien esto escribe pidió como un energúmeno hasta que en un momento Minimal interpeló al público presente para que dijeran qué temas querían escuchar y el pedido fue finalmente complacido). También hubo lugar para temas de su último álbum (Nueva Era, Viejas Mañas) cuyo título es una clara alusión a lo comentado más arriba: en pleno 2013 Pez suena como a fines de los '90. Así fue como pasaron "La casa del horror" o "Los verdaderos sonidos de la libertad", título este que como el del disco, es una verdadera declaración de principios.
La sensación general del público que también estuvo en su show del año pasado en el mismo lugar es que este fue menos desordenado y más preciso y contundente. Con un sonido de puta madre que nos dejó con ganas de más es que nos fuimos del lugar. Vuelvan cuando gusten.
















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