lunes, 27 de julio de 2015

The Chemical Brothers – Born in the Echoes

Ya hace cinco años que el dúo no editaba nuevo material. Lo último que supimos de ellos fue con Further, un disco más que atendible que no recibió la atención que merecía, quizás por el hecho de ser el sucesor del exitoso pero para muchos no muy consistente We Are The Night (2007). Sin embargo, fuera de que sean algunos discos mejores o peores, en la discografía de The Chemical Brothers no hay ni un disco malo. Pero siempre habrá detractores, ya sea por el género que cultivaron así como por encontrar que se repiten, no experimentan, no se arriesgan, etc.

Se esperaba con ansias la llegada de este disco, producto quizás de que en esta última década quienes comandaron la electrónica son tipos como Skrillex, Calvin Harris y David Guetta, provocando que los Chemical resulten ahora la vieja escuela. ¿Quién hubiera pensado esto en los 90 cuando los de Manchester se comían el mundo a fuerza de temas imponentes como “Block Rockin’ Beats”, “Electrobank” o “Hey boy Hey Girl”? Increíblemente esto sucedió, pero el tiempo da revancha y muestra a Ed Simons y Tom Rowlands en perfecta forma y más vigentes que nunca.




Si bien pueden recaer en algún vicio (citar por enésima vez a “Tomorrow Never Knows” de The Beatles en “I’ll See You There”) lo cierto es que los hermanos químicos editan su disco más irresistible desde Come With Us (2001). Born in the Echoes (Virgin/EMI) es Chemical Brothers en estado puro. Son once temas que nos pasean por lo más diversos paisajes sonoros, además de hacernos mover o bailar frenéticamente, dependiendo del caso. Si bien la impronta de los mancunianos es notoria a lo largo de todo el disco, una escucha atenta puede revelarnos algunos detalles en cuanto a sonidos totalmente imprevisibles, hasta bizarros si se quiere (un zumbido de abeja, la pastilla sobre el vinilo “molestando” en un clímax,) que resultan la novedad en esta etapa 2015 del dúo.




El disco arranca bien arriba con “Sometimes I Feel So Deserted”, una épica de más de cinco minutos digna de los hermanos químicos, quienes marcan el territorio desde el vamos. Como en todos sus discos todo es comparable a un subidón de sustancias ilícitas o a un viaje magnífico: empieza allá arriba, tiene sus mesetas, sus clímax y luego termina en una calma casi irreconocible si se lo compara con el comienzo. Y un poco así suena el tema que cierra el disco (“Wide Open”), su colaboración con Beck. En el medio hay de todo y para todos. Quienes gusten de los Chemical más hip hoperos está “Go” con Q-Tip, para quienes gusten de su faceta más indie está “Under the Neon Lights” con St. Vincent, una de las chicas del momento; si querés pista está la irresistible “EML Ritual” y, si estás más afín con su veta house está “Just Bang”; para los que gusten de su lado más hipnótico está “Reflexion”, del más tribal y colgado, casi dub, está “Taste of Honey”, de su costado más siniestro está el tema que da título al disco, con Cate Le Bon y del más luminoso (y hasta por momentos pastoral) “Radiate”.





Como siempre, The Chemical Brothers, sin perder su estilo jamás, conjugan 40 años de música electrónica aportándole su impronta y visión. Mientras que muchos ya firmaban su certificado de defunción, los de Manchester vuelven al ruedo una vez más y en impecable forma. Desde ya, uno de los discos del año.



(*) Este artículo fue publicado previamente en Indie Hoy

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