Con su nuevo trabajo, Vulnicura, la islandesa se mete en ese subgénero que es el disco de ruptura amorosa pero, tratándose de ella, no es un disco de ruptura amorosa cualquiera.
A pocos músicos se les ocurriría hoy día empezar un disco con un tema de casi siete minutos de duración. Pero Björk lo hace en Vulnicura, porque está más allá del bien y del mal. Igual, esto que puede sonar a quijotada no es nada comparado con todo lo hecho previamente por ella. Que sus temas sean más extensos que la media es el gesto menos vanguardista de esta artista que estuvo siempre un paso adelante en absolutamente todo.
El tema en cuestión y encargado de abrir el disco es el extrañamente titulado “Stonemilker” (cuyo interesantísimo video en 360º ratifica lo dicho más arriba), que desde su confesional y sentida letra ya indica cuál será la tónica del disco: la de la separación y la ruptura amorosa. Pero tratándose de Björk, este recurso tan trillado, que han usado entre otros Bob Dylan, Cat Power, Beck y Fona Apple (por hablar de los mejores casos), deja de ser un cliché para convertirse en puro sentimiento.
Los arreglos de cuerdas se funden con beats electrónicos y programaciones varias que, sumados a los sintetizadores del productor venezolano Arca (quien el año pasado editara uno de los discos más extraños y perturbadores de la escena electrónica, el muy recomendable Xen), que aporta en casi todo el disco pero cuya mano se hace más notoria en “Black Lake”, dan al todo un carácter de paisaje sonoro impresionista tan sugerente como removedor. Arquitectura e ingeniería sonora como pocas veces se pueda escuchar en el año.
Para quienes ya estén inmersos en el fascinante mundo de Björk, habrán varios puntos de contacto con toda la obra previa de la artista: desde las percusiones tribales que tanto jugo le sacó Tricky en la época trip hop (“Lionsong”, el mencionado “Stonemilker”), pasando por los suntuosos arreglos de cuerdas y el avant-garde (“Family”, “History of Touches”), la introspección (“Black Lake”) para hacia el final cargarse de groove y beats con una tríada de temas (“Atomic Dance” con Antony, “Mouth Mantra” y “Quicksand”) que transportan a su primera y gloriosa época. La de Debut y Homogenic, allá por los primeros 90.
Si bien para muchos la condensación y consolidación de un sonido para una eterna visionaria como Björk puede ser considerado como un retroceso, no es así en este caso: Vulnicura es una bienvenida vuelta a las canciones luego de varios años de intensa y notable experimentación.
(*) Este artículo fue publicado previamente en Revista Moog
A pocos músicos se les ocurriría hoy día empezar un disco con un tema de casi siete minutos de duración. Pero Björk lo hace en Vulnicura, porque está más allá del bien y del mal. Igual, esto que puede sonar a quijotada no es nada comparado con todo lo hecho previamente por ella. Que sus temas sean más extensos que la media es el gesto menos vanguardista de esta artista que estuvo siempre un paso adelante en absolutamente todo.
El tema en cuestión y encargado de abrir el disco es el extrañamente titulado “Stonemilker” (cuyo interesantísimo video en 360º ratifica lo dicho más arriba), que desde su confesional y sentida letra ya indica cuál será la tónica del disco: la de la separación y la ruptura amorosa. Pero tratándose de Björk, este recurso tan trillado, que han usado entre otros Bob Dylan, Cat Power, Beck y Fona Apple (por hablar de los mejores casos), deja de ser un cliché para convertirse en puro sentimiento.
Los arreglos de cuerdas se funden con beats electrónicos y programaciones varias que, sumados a los sintetizadores del productor venezolano Arca (quien el año pasado editara uno de los discos más extraños y perturbadores de la escena electrónica, el muy recomendable Xen), que aporta en casi todo el disco pero cuya mano se hace más notoria en “Black Lake”, dan al todo un carácter de paisaje sonoro impresionista tan sugerente como removedor. Arquitectura e ingeniería sonora como pocas veces se pueda escuchar en el año.
Para quienes ya estén inmersos en el fascinante mundo de Björk, habrán varios puntos de contacto con toda la obra previa de la artista: desde las percusiones tribales que tanto jugo le sacó Tricky en la época trip hop (“Lionsong”, el mencionado “Stonemilker”), pasando por los suntuosos arreglos de cuerdas y el avant-garde (“Family”, “History of Touches”), la introspección (“Black Lake”) para hacia el final cargarse de groove y beats con una tríada de temas (“Atomic Dance” con Antony, “Mouth Mantra” y “Quicksand”) que transportan a su primera y gloriosa época. La de Debut y Homogenic, allá por los primeros 90.
Si bien para muchos la condensación y consolidación de un sonido para una eterna visionaria como Björk puede ser considerado como un retroceso, no es así en este caso: Vulnicura es una bienvenida vuelta a las canciones luego de varios años de intensa y notable experimentación.
(*) Este artículo fue publicado previamente en Revista Moog
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