Si bien cuentan con
serie propia desde el 2008, era sabido que debían tener su propia película y el
momento llegó: Los Pingüinos de Madagascar mueven el bote y sacuden (un poco)
la modorra del cine de animación a pura anarquía cinematográfica.
Son muchos los casos de películas cuyos protagonistas
terminan opacados por algún secundario. Piensen si no en los minions de Mi
Villano Favorito o Scrat (la ardilla fisurada por la bellota) de La Era del
Hielo. Muchas veces nos olvidamos de los personajes protagónicos porque
personajes como los antes mencionados pueden llegar a robarse el film. Algunos
ameritarían una película propia (minions) mientras que otros quizás no tanto
(Scrat), pero lo que sí es seguro es que todos están de acuerdo en que los
pingüinos la vienen mereciendo desde hace un buen tiempo.
Este spinoff de Madagascar por un lado viene a dejar en
claro dos cosas: en primer lugar el jugo infinito que se le puede exprimir en
Hollywood a una franquicia parece no agotarse, es más, seguramente hayan
secuelas de este film. Segundo, que se dé el aprovechamiento de personajes de
estas características no implica que el asunto huela a refrito u oportunismo,
ya que los pingüinos se sustentan por sí mismos en cuanto personajes. Es sabido
de antemano que si se va a ver a los plumíferos la cuestión va por el lado de
la acción, ya que conocemos el proceder del grupo conformado por Skipper,
Kowalski, Rico y Private (acá rebautizado Cabo, ya que soldado raso, la
verdadera traducción del término private en este caso, se ve que no iba bien
para los distribuidores locales).
Podemos decir que la película comienza de manera un tanto
desacertada, ya que se nos cuenta la innecesaria génesis de estos cuatro
personajes a través de una escena que, si bien parodia al documental francés La
Marcha de los Pingüinos, parece extraída de Happy Feet. En dicha escena se nos
explica el por qué de Cabo en un grupo de notables cuando él no es realmente
muy útil ni tampoco parece ser muy inteligente. Pasada la mencionada escena ya
podemos deleitarnos con la acción frenética y por momentos salvaje en la que
los pingüinos elaboran un plan digno de una película de James Bond. De ahí en
adelante todo será aventura y golpe y porrazo.
Aparecen personajes nuevos, cómo no: tenemos a Dave, el
“villano” que no es necesariamente malo, sino que quiere vengarse por el daño
que las simpáticas aves le hicieron sin saberlo y que en su versión original
tiene la voz de John Malkovich (acá de eso ni hablemos porque las únicas copias
disponibles son dobladas). Por otro lado tenemos a Viento del Norte, un
escuadrón de elite de aparición un tanto innecesaria pero que, como todo en la
película, es producto del capricho, del azar y la más absoluta arbitrariedad.
No es que no resulten simpáticos la lechuza, el oso polar, el lobo y la foca
que lo componen, sino que podrían no haber existido y nosotros ni nos
enterábamos.
Algunas situaciones adversas como mencionábamos se resuelven
sin mayores explicaciones, como cuando los pingüinos son afectados sufriendo
mutaciones. Los hilos argumentales no siempre son respetados y muchas
situaciones simplemente parecen disolverse, emparentando a los pajarracos con
el espíritu caótico de los Looney Tunes o de Tex Avery. Esto para el público
más pequeño tendrá cero relevancia, ellos disfrutarán de acción y aventuras sin
pausa a un ritmo frenético y con un par de escenas realmente brillantes,
mientras que nosotros, los que estamos un poco más crecidos, disfrutaremos por
su parte de un sinfín de gags y chistes que los más pequeños no podrán
decodificar.
En resumen, si bien la película no llega a ser una obra
maestra ni a estar a la altura de algunos hitos que en el 2014 nos dejó el cine
de animación, como La Gran Aventura Lego, es un pasatiempo sumamente
disfrutable, tanto para grandes como para chicos, que parece evitar la
cursilería por todos los medios (aunque hacia el final un poco se edulcora
todo) y deja sentadas las bases para las películas que vendrán. Esperaremos más
del cuarteto blanco y negro.
(*) Esta reseña fue publicada previamente en Radio UNO Digital
(*) Esta reseña fue publicada previamente en Radio UNO Digital
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