miércoles, 5 de febrero de 2014

Lobo suelto, Cordero atado

En su quinta colaboración junto al gran Martin Scorsese, Leonardo Di Caprio entrega una de sus mejores actuaciones dándole carnadura al gran cagador de wall Steet Jordan Belfort, en una de las películas más desbordadas que ha dado el cine actual dentro de Hollywood, lo cual, no es poco.


Luego de un muy elocuente primer plano (que sirve de aperitivo para qué sepamos de qué viene la mano) se nos muestra a un jovencísimo y bienintencionado Jordan Belfort (un Leo más que inspirado, desbocado y feroz) queriendo ganarse un lugar en ese mundo aparte que es Wall Street. Luego de mostrarse como un pelele, un genial Matthew McConaughey le da una charla introductoria -cocaína mediante- que de tan hilarante como desconcertante se vuelve antólogica. Y esta es una de las tantas escenas que se nos quedarán prendadas en la retina de este torrente de sexo, drogas y acciones en la bolsa (léase esto como se quiera) de tres horas de duración que se pasan volando.

En el medio pasa de todo claro está, Leo/Jordan  emprende un ascenso meteórico en ese despiadado mundo a base de cagar gente con una habilidad pasmosa (formando un grupo de losers que de la noche a la mañana se convierten en la banda de forajidos y depravados de aquel, con el genial Jonah Hill a la cabeza); se casa y engaña a su mujer con cuanto se le ponga delante; se separa y se vuelve a casar; forma una familia y luego lo que ya sabemos que va a suceder. Como toda gran borrachera, llega su resaca, una grande y agónica resaca, la menos esperada para alguien que probó el éxito y llegó a la (su) cúspide y ya no quiere bajar. Porque El Lobo de Wall Street es una película de acenso y caída sí, pero no una cualquiera, aun manteniendo puntos de contacto como muchos han señalado con filmes previos del director (como ese díptico mafioso de los 90 que es  Goodfellas y Casino) hay una gran diferencia que separa El Lobo del resto de la filmografía del neoyorquino: el humor. Puede decirse que El Rey de la Comedia (1983) y After Hours (1985) eran "comedias", oscuras por cierto, pero el humor del film que nos ocupa dista mucho del de esas gemas ocultas del Scorsese ochentoso. Las risas en El Lobo vienen por el lado de lo corrosivo in extremis, del desborde que deriva en bizarreada  y del caos que aparenta ser el que lleva adelante la película.




En ese sentido, puede pensarse de esta película como el registro más frenético y "al palo" del ya de por sí frenético y "al palo" Marty, que puede entregarnos momentos de comedia física, como el de la escena en que Di Caprio y Hill consumen Quaaludes (digna de competir con alguna escena de Will Ferrell del mismo tipo), así como algunos momentos incómodos para el espectador en los que vemos a los personajes tocar fondo o en los que podemos llegar casi a emocionarnos con algo que en realidad no compartimos en absoluto, cosa que sucede cuando Di Caprio, dando una de las tantas charlas motivacionales/discursos (que lo acercan más a un desquiciado pastor de la tele que al jefe de una empresa de Wall Street), comenta como una de sus empleadas allí presente, que en ese momento tiene auto nuevo y trajes de miles de dólares, en algún momento acudió a él porque era madre soltera y no podía costear la educación de su hijo, y Leo/Jordan la bancó y ahora está donde está. Eso que sabemos que tiene un trasfondo despreciable -el dinero es producto de hacer entrar a "giles" inocentes en la compra de acciones de compañías truchas- en la mano maestra del director se vuelve complejo y fascinante.  




Despareja y desmedida como pocas, pero por ello también entrañable, la  película de Scorsese gana por dejar todo en la cancha y no centrarse en una forma de contar; también por la notoria fascinación del director por los personajes y su mundo, ya que lejos de regodearse en él, lo muestra crudo y tal cual fue (es o puede ser) para combatirlo y mostrar qué es lo que está bien y mal en esa cosa llamado "Sueño Americano", algo así como lo que hizo Bret Easton Ellis con American Psycho, el mal para combatir el mal. Si Orson Wells hubiese filmado su Citizen Kane en los 90 y a ritmo merquero, esta podría ser su película. 




1 comentario:

  1. Tremenda película, este tipo en la vida real la sigue amasando guita haciendo charlas sobre su vida y de como hacer plata en el mercado de valores.

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