Lo inolvidable no necesariamente es sinónimo de bueno, puede también incluir los aspectos malos de algo, y un poco de ambas características tuvo la edición 2015 del Lollapalooza Argentina (aunque prevaleció lo bueno). Aquí una crónica de un uruguayo en medio del tumulto bonaerense.
Uno se entusiasma, programa una agenda para poder abarcarlo todo y luego eso se va como arena entre las manos. Ese monstruo-ciudad que es Buenos Aires nos absorbe y de alguna forma, controla, no dejando que los planes previstos se lleven a cabo. Más aun si uno es un simple mortal de a pie. El festival insignia de los 90 creado por el líder de Jane's Addiction, Perry Farrell, que desde hace un tiempo se volvió mundial e itinirante, llegó a Buenos Aires el año pasado y en su line up contó con, entre otros, Red Hot Chili Peppers, Arcade Fire, Soundgarden y un sinfín de etcéteras. Esto provocó que nos mandáramos este 2015 aunque, obviamente, el entusiasmo de uno decae cuando al estar ahí se da cuenta que no puede ver todo lo que imaginaba, aun sabiendo que las dinámicas festivaleras te absorben y desganan. Un poco de eso hubo, pero también de lo bueno, no vamos a ser tan quejosos.
Uno tiene algunos antecedentes yoruguas de festivales (La Fiesta de la X pongamosle) pero no tienen nada que ver con lo que realmente sucede en otras partes del mundo o aquí nomás. Saliendo de Uruguay todo se nos vuelve monstruosamente grande y Lollapalooza no fue la excepción. Montado en el hipódromo de San Isidro -localidad bonaerense que, para que se hagan una idea, es como un Carrasco ubicado a una distancia equivalente a la de Montevideo-El Pinar- el festival empezaba muy temprano y se extendía hasta entrada la madrugada ambos días. Llegar en el tren Mitre es toda una odisea para quien no lo acostumbra y al llegar a la entrada y ver una fila de más de dos cuadras (cuadras argentinas, obviamente más grandes que las de por aquí) se desalienta hasta el más optimista. De esta manera, a pesar de que la fila avanzaba bastante rápido, uno ya iba maquinándose con qué se perdió y estaba perdiéndose. El inmenso predio del hipódromo debía ser caminado por uno hasta llegar al lugar donde todo sucedía, los escenarios se veían gigantescos desde lejos e intimidaban a alguien acostumbrado más bien a lo pequeño. Igual llegamos.
Foto: Difusión
El día 1 entusiasmaba para llegar temprano, ya que a las 15:45 (!) tocaba St. Vincent, nombre artístico que eligió Annie Clark para su proyecto, y en otro escenario Molotov. Sin embargo se hizo imposible llegar y nos quedamos con las ganas. Al llegar empezó el correcto show de los británicos The kooks. Entre gritos de histeria y brit pop tardío la banda dejó contentos a sus fans haciendo los temas que ellos querían escuchar. En el main stage 1, luego de finalizado el show de aquellos, salió a escena la hypeada banda Foster the People, quienes sacudieron un poco la modorra haciendo bailar a los presentes en un show notoriamente más concurrido que el de The Kooks, además se tomaron el atrevimiento de citar "The Inmigrant Song" de Led Zeppelin en obvio guiño a Robert Plant que tocaría inmediatamente después suyo en el otro escenario principal. Si bien Foster the Peolple tocó más de lo pautado, su recital no se superpuso al de ex cantante de Led Zeppelin, quien rompió con la puntualidad en la organización de los shows haciéndose desear un buen rato, más aún para los que aguardábamos bastante adelante entre el público a su salida.
Foto: Difusión
Pasadas la 21:45 (media hora después de lo pautado) salió la banda de Robert Plant a escena y lo que muchos ansiábamos se hizo realidad. El guitarrista de The Sensational Space Shifters, Liam "Skin" Tyson arremetió con los primeros acordes de "Baby I'm Gonna Leave You" y ahí la cosa explotó. El público agitó todo lo que pudo y coreó su clásico "Olé olé" para el británico que parecía una especie de chamán, de viejo sabio que no necesita de Zeppelin para conmover, aunque varios temas de su antigua banda fueron ejecutados ("Going to California", "Rock and Roll", "Whole a Lotta Love") junto a algunos de los más bellos tracks de su último álbum. La poderosísima banda de Plant conformada además del mencionado guitarrista por Justin Adams, John Baggot, Billy Fuller, Dave Smith y Juldeh Camara, se lució de forma brillante, volviendo por momentos al recital en una fiesta de música global. El show fue mágico incluso en los momentos en que el espíritu de Led Zeppelin no se hizo presente y lo que sonó fueron temas del reciente y excelente "Lullaby and...The Ceaseless Roar", como "Turn it Up", "Rainbow" y "Little Maggie" entre otras. Nadie salió indiferente del show de Plant, cuyo show por sí solo hacía valer el precio de la entrada (de los dos días si se me permite la exageración). Al despedirse Robert dijo que nos quedaramos para el show de su amigo Jack White en el otro escenario, y eso hicimos.
Foto: Difusión
Más puntual que su amigo Plant, un endemoniado Jack White hizó sonar los primeros acordes de "Dead Leaves and the Dirty Ground" de The White Stripes y el público ya enloqueció desde el vamos. La entrega del de Detroit era patente: sudoroso e hiperkinético Jack recorrió su obra solista (sonaron temas de su último disco "Lazaretto" y del previo "Blunderbuss") así como también la de The White Stripes cómo no y de The Raconteurs (el hit "Steady, As She Goes" fue de la partida), otro de sus tantos proyectos paralelos. Si bien dijo que estaba en su "ciudad preferida de Latinoamérca" y que "no mentía cuando decía eso", si bien el recital sonó espectacular y lo cerró con ese himno de The White Stripes que es "Seven Nation Army", lo de Jack White será recordado por todos aquellos que lo vieron por ser el show en el que Robert Plant se subió en los bises a cantar junto a él una furiosa versión de "The Lemon Song" de Led Zeppelin. Un encuentro histórico que materializó el encuentro entre dos generaciones rockeras brindando uno de esos momentos mágicos que se dan cada tanto y no por este lado del mundo. Con los ojos humedecidos (seguramente por alguna basurita que nos entró) nos fuimos satisfechos por demás con el primer día del festival, para el cual cerró el dj estrella Calvin Harris que no tenía mucho para hacer luego de los sucedido más que ponerle música al cierre.
Foto: David James Swanson
El día 2 nos encontró más y mejor preparados a sabiendas de cómo era la dinámica del festival. Bien descansados y con el ruteo ya establecido asistimos al show de Kasabian, cuyo guitarrista Sergio Pizzorno se disculpó ante el público por "no haber podido tocar antes" en el país. El de los británicos fue un show harengador en el que sonaron todos sus hits, desde "Club foot" a "L.S.F", pasando por "Days Are Forgotten" y temas de su último opus ("48:13", puesto 34 de los mejores discos de por allá para Cooltivarte) como "Eez-Eh" y "Bumblebee". Al cierre Pizzorno se fue cantando un bastante ridículo "Argentina va a salir campeón" que fue seguido por el cantante Tom Meighan quien se despidió entonando a capella una parte de "All You Need is Love". Todo innecesario pero pintoresco.
Foto: Difusión
Ni bien finalizó lo de Kasabian unos cuantos adoradores de los alternativos 90 se iban corriendo y acomodándose de a poco para lo que se venía: The Smashing Pumpinks. El estar por este lado del mundo provocó que no pudiésemos ver por acá a las bandas en su momento de esplendor o al menos, con su formación original, pero el pelado Billy Corgan estaba y eso era lo que importaba. El alma máter de la banda, visiblemente más viejito y llenito, mantiene su gola en buenas condiciones y cantó lo que su público quería oir. Desde "Tonight Tonight", "1979", "Disarm" "Stand Inside Your Love", "Ava Adore" y "Zero" hasta el cierre furioso con "Bullet the Butterfly Wings", el pelado y su reformulada banda no mostraron nada nuevo bajo el sol pero hicieron lo que debían tras estar lejos de sus días de gloria.
Foto: Difusión
Mientras finalizaban The Smashing Pumpinks la gente corría despavorida (mini avalanchas incluidas) al main stage 2 porque ahí tocaba el nuevo referente de lo que se entinde por estrella pop. Pharrell Williams llegaba por primera vez a la Argentina -y Sudamérica toda- y, si bien todo el mundo quería escuchar en vivo "Happy" (muchos seguramente fueron tan solo a escuchar ese tema) algunos esperábamos que nos regalase algún tema de su rupturista banda N.E.R.D. La cosa comenzó con uno de sus últimos cortes de difusión, "Come Get It Bae" y siguió con más temas de su último disco solista "GIRL" como "Marilyn Monroe", "Brand New" y "Hunter". Sorpresivamente el músico y productor estrella no se comió la cancha como uno imaginaba. Se mostró entre tímido e incrédulo ante la cantidad de público (dicen por ahí, unas 70 mil personas) y su voz no sonó de la mejor manera. Sin embargo, el grupo de bailarinas que lo acompañaba le puso un poco de color y picante al show que levantó cuando inesperadamente -al menos para quien esto escribe- se puso a tocar los temas de los que fue creador pero no protagonista, fue así que sonaron "Drop It Like It's Hot" (su colaboración junto a Snoop Dog), "Hollaback Girl" (Gwen Stefani), "Get Lucky" (¡dos veces!) y "Loose Yourself to Dance (Daft Punk) y, lo más sorpresivo, "Blurred Lines", su colaboración junto a Robin Thicke que le valió 7.3 millones de dólares por plagio a "Give to Give It Up" de Marvin Gaye. En el medio vino otra de las sorpresas: efectivamente Pharrell, aduciendo que lamentaba no haber venido antes y que por eso quería mostrar algo de lo que había hecho antes, llamó a su ex compañero de N.E.R.D, Shay Haley, para una seguidilla de temas de su antigua banda como "Lapdance", "Rock Star" y la poderosa "She Wants to Move" que hicieron que la gente saltara un rato, pero no mucho más. Obviamente, el final fue con "Happy" y todo el mundo contento. Ya cansados dejamos de lado la oportunidad de ver el cierre definitivo del festival con Skrillex para los que aún conservaban energías y nos fuimos con la sensación de que, lo mejor fue el día anterior.
Foto: Fernando Dvoskin, Rolling Stone Argentina
Por las cosas buenas (excelentes mejor dicho) y por la malas (que no eran la mayoría), Lollapalooza Argentina 2015 fue para nosotros, la fiesta inolvidable.
Uno se entusiasma, programa una agenda para poder abarcarlo todo y luego eso se va como arena entre las manos. Ese monstruo-ciudad que es Buenos Aires nos absorbe y de alguna forma, controla, no dejando que los planes previstos se lleven a cabo. Más aun si uno es un simple mortal de a pie. El festival insignia de los 90 creado por el líder de Jane's Addiction, Perry Farrell, que desde hace un tiempo se volvió mundial e itinirante, llegó a Buenos Aires el año pasado y en su line up contó con, entre otros, Red Hot Chili Peppers, Arcade Fire, Soundgarden y un sinfín de etcéteras. Esto provocó que nos mandáramos este 2015 aunque, obviamente, el entusiasmo de uno decae cuando al estar ahí se da cuenta que no puede ver todo lo que imaginaba, aun sabiendo que las dinámicas festivaleras te absorben y desganan. Un poco de eso hubo, pero también de lo bueno, no vamos a ser tan quejosos.
Uno tiene algunos antecedentes yoruguas de festivales (La Fiesta de la X pongamosle) pero no tienen nada que ver con lo que realmente sucede en otras partes del mundo o aquí nomás. Saliendo de Uruguay todo se nos vuelve monstruosamente grande y Lollapalooza no fue la excepción. Montado en el hipódromo de San Isidro -localidad bonaerense que, para que se hagan una idea, es como un Carrasco ubicado a una distancia equivalente a la de Montevideo-El Pinar- el festival empezaba muy temprano y se extendía hasta entrada la madrugada ambos días. Llegar en el tren Mitre es toda una odisea para quien no lo acostumbra y al llegar a la entrada y ver una fila de más de dos cuadras (cuadras argentinas, obviamente más grandes que las de por aquí) se desalienta hasta el más optimista. De esta manera, a pesar de que la fila avanzaba bastante rápido, uno ya iba maquinándose con qué se perdió y estaba perdiéndose. El inmenso predio del hipódromo debía ser caminado por uno hasta llegar al lugar donde todo sucedía, los escenarios se veían gigantescos desde lejos e intimidaban a alguien acostumbrado más bien a lo pequeño. Igual llegamos.
Foto: Difusión
El día 1 entusiasmaba para llegar temprano, ya que a las 15:45 (!) tocaba St. Vincent, nombre artístico que eligió Annie Clark para su proyecto, y en otro escenario Molotov. Sin embargo se hizo imposible llegar y nos quedamos con las ganas. Al llegar empezó el correcto show de los británicos The kooks. Entre gritos de histeria y brit pop tardío la banda dejó contentos a sus fans haciendo los temas que ellos querían escuchar. En el main stage 1, luego de finalizado el show de aquellos, salió a escena la hypeada banda Foster the People, quienes sacudieron un poco la modorra haciendo bailar a los presentes en un show notoriamente más concurrido que el de The Kooks, además se tomaron el atrevimiento de citar "The Inmigrant Song" de Led Zeppelin en obvio guiño a Robert Plant que tocaría inmediatamente después suyo en el otro escenario principal. Si bien Foster the Peolple tocó más de lo pautado, su recital no se superpuso al de ex cantante de Led Zeppelin, quien rompió con la puntualidad en la organización de los shows haciéndose desear un buen rato, más aún para los que aguardábamos bastante adelante entre el público a su salida.
Foto: Difusión
Pasadas la 21:45 (media hora después de lo pautado) salió la banda de Robert Plant a escena y lo que muchos ansiábamos se hizo realidad. El guitarrista de The Sensational Space Shifters, Liam "Skin" Tyson arremetió con los primeros acordes de "Baby I'm Gonna Leave You" y ahí la cosa explotó. El público agitó todo lo que pudo y coreó su clásico "Olé olé" para el británico que parecía una especie de chamán, de viejo sabio que no necesita de Zeppelin para conmover, aunque varios temas de su antigua banda fueron ejecutados ("Going to California", "Rock and Roll", "Whole a Lotta Love") junto a algunos de los más bellos tracks de su último álbum. La poderosísima banda de Plant conformada además del mencionado guitarrista por Justin Adams, John Baggot, Billy Fuller, Dave Smith y Juldeh Camara, se lució de forma brillante, volviendo por momentos al recital en una fiesta de música global. El show fue mágico incluso en los momentos en que el espíritu de Led Zeppelin no se hizo presente y lo que sonó fueron temas del reciente y excelente "Lullaby and...The Ceaseless Roar", como "Turn it Up", "Rainbow" y "Little Maggie" entre otras. Nadie salió indiferente del show de Plant, cuyo show por sí solo hacía valer el precio de la entrada (de los dos días si se me permite la exageración). Al despedirse Robert dijo que nos quedaramos para el show de su amigo Jack White en el otro escenario, y eso hicimos.
Más puntual que su amigo Plant, un endemoniado Jack White hizó sonar los primeros acordes de "Dead Leaves and the Dirty Ground" de The White Stripes y el público ya enloqueció desde el vamos. La entrega del de Detroit era patente: sudoroso e hiperkinético Jack recorrió su obra solista (sonaron temas de su último disco "Lazaretto" y del previo "Blunderbuss") así como también la de The White Stripes cómo no y de The Raconteurs (el hit "Steady, As She Goes" fue de la partida), otro de sus tantos proyectos paralelos. Si bien dijo que estaba en su "ciudad preferida de Latinoamérca" y que "no mentía cuando decía eso", si bien el recital sonó espectacular y lo cerró con ese himno de The White Stripes que es "Seven Nation Army", lo de Jack White será recordado por todos aquellos que lo vieron por ser el show en el que Robert Plant se subió en los bises a cantar junto a él una furiosa versión de "The Lemon Song" de Led Zeppelin. Un encuentro histórico que materializó el encuentro entre dos generaciones rockeras brindando uno de esos momentos mágicos que se dan cada tanto y no por este lado del mundo. Con los ojos humedecidos (seguramente por alguna basurita que nos entró) nos fuimos satisfechos por demás con el primer día del festival, para el cual cerró el dj estrella Calvin Harris que no tenía mucho para hacer luego de los sucedido más que ponerle música al cierre.
Foto: David James Swanson
El día 2 nos encontró más y mejor preparados a sabiendas de cómo era la dinámica del festival. Bien descansados y con el ruteo ya establecido asistimos al show de Kasabian, cuyo guitarrista Sergio Pizzorno se disculpó ante el público por "no haber podido tocar antes" en el país. El de los británicos fue un show harengador en el que sonaron todos sus hits, desde "Club foot" a "L.S.F", pasando por "Days Are Forgotten" y temas de su último opus ("48:13", puesto 34 de los mejores discos de por allá para Cooltivarte) como "Eez-Eh" y "Bumblebee". Al cierre Pizzorno se fue cantando un bastante ridículo "Argentina va a salir campeón" que fue seguido por el cantante Tom Meighan quien se despidió entonando a capella una parte de "All You Need is Love". Todo innecesario pero pintoresco.
Foto: Difusión
Ni bien finalizó lo de Kasabian unos cuantos adoradores de los alternativos 90 se iban corriendo y acomodándose de a poco para lo que se venía: The Smashing Pumpinks. El estar por este lado del mundo provocó que no pudiésemos ver por acá a las bandas en su momento de esplendor o al menos, con su formación original, pero el pelado Billy Corgan estaba y eso era lo que importaba. El alma máter de la banda, visiblemente más viejito y llenito, mantiene su gola en buenas condiciones y cantó lo que su público quería oir. Desde "Tonight Tonight", "1979", "Disarm" "Stand Inside Your Love", "Ava Adore" y "Zero" hasta el cierre furioso con "Bullet the Butterfly Wings", el pelado y su reformulada banda no mostraron nada nuevo bajo el sol pero hicieron lo que debían tras estar lejos de sus días de gloria.
Foto: Difusión
Mientras finalizaban The Smashing Pumpinks la gente corría despavorida (mini avalanchas incluidas) al main stage 2 porque ahí tocaba el nuevo referente de lo que se entinde por estrella pop. Pharrell Williams llegaba por primera vez a la Argentina -y Sudamérica toda- y, si bien todo el mundo quería escuchar en vivo "Happy" (muchos seguramente fueron tan solo a escuchar ese tema) algunos esperábamos que nos regalase algún tema de su rupturista banda N.E.R.D. La cosa comenzó con uno de sus últimos cortes de difusión, "Come Get It Bae" y siguió con más temas de su último disco solista "GIRL" como "Marilyn Monroe", "Brand New" y "Hunter". Sorpresivamente el músico y productor estrella no se comió la cancha como uno imaginaba. Se mostró entre tímido e incrédulo ante la cantidad de público (dicen por ahí, unas 70 mil personas) y su voz no sonó de la mejor manera. Sin embargo, el grupo de bailarinas que lo acompañaba le puso un poco de color y picante al show que levantó cuando inesperadamente -al menos para quien esto escribe- se puso a tocar los temas de los que fue creador pero no protagonista, fue así que sonaron "Drop It Like It's Hot" (su colaboración junto a Snoop Dog), "Hollaback Girl" (Gwen Stefani), "Get Lucky" (¡dos veces!) y "Loose Yourself to Dance (Daft Punk) y, lo más sorpresivo, "Blurred Lines", su colaboración junto a Robin Thicke que le valió 7.3 millones de dólares por plagio a "Give to Give It Up" de Marvin Gaye. En el medio vino otra de las sorpresas: efectivamente Pharrell, aduciendo que lamentaba no haber venido antes y que por eso quería mostrar algo de lo que había hecho antes, llamó a su ex compañero de N.E.R.D, Shay Haley, para una seguidilla de temas de su antigua banda como "Lapdance", "Rock Star" y la poderosa "She Wants to Move" que hicieron que la gente saltara un rato, pero no mucho más. Obviamente, el final fue con "Happy" y todo el mundo contento. Ya cansados dejamos de lado la oportunidad de ver el cierre definitivo del festival con Skrillex para los que aún conservaban energías y nos fuimos con la sensación de que, lo mejor fue el día anterior.
Foto: Fernando Dvoskin, Rolling Stone Argentina
Por las cosas buenas (excelentes mejor dicho) y por la malas (que no eran la mayoría), Lollapalooza Argentina 2015 fue para nosotros, la fiesta inolvidable.
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