lunes, 10 de noviembre de 2014

Canciones Para Aprender y Cantar

Como parte de esta especie de fiebre post punk y ochentosa que está azotando Montevideo (New Order, Peter hook, The Mission) vino Echo & The Bunnymen como tercera y última (?) entrega de La Trastienda Sessions. Los muchachos contentos.

Domingo. Día atípico para un recital si los hay, mas aún si se tiene en cuenta que se jugaba el clásico entre Peñarol y Nacional en la ciudad. Es cierto que cuesta imaginar gente con gel, peinados dark y gabardinas negras en la Amsterdam o la Colombes saliendo presurosos del Centenario para ver a Ian McCulloch y Will Sergeant (únicos miembros de a formación original de la banda) pero lo cierto es que, contra todos los pronósticos había gente en La Trastienda.



Muchos de los allí presentes, visiblemente veteranos y emocionados, esperaban a la banda que seguramente escucharon en un casete grabado hace quién sabe cuánto, muchos otros -la mayoría- si bien poseedores de barbas, jóvenes que quizás ni eran nacidos cuando la banda la estaba pegando en la por entonces lejana Inglaterra. Muchos de ellos seguramente eran los que a final del show esperaban ansiosos la salida de McCulloch y compañía para que les fuesen firmados los vinilos que llevaban consigo. Debieron conformarse con la firma del guitarrista Sergeant y  resto de los músicos, Ian nunca apareció (al menos hasta que estuve allí observando la situación).

Como buen rocker y gran ególatra McCulloch (visiblemnente detonando, alternando vino en copa, whisky en vaso y agua en botellita, y no sabemos a ciencia cierta qué más, aunque era notorio) salió a escena junto a los hombres conejo a las 22 horas, una hora después de lo estipulado, haciendo que los presentes, acalorados como ya es un (in)sana costumbre en La Trastienda, se impacientaran un poquitín. La espera fue amenizada con música pero vaya a saber si se dieron cuenta que estaban pasando temas de The Smiths (!). Lo cierto es que cuando arrancaron lo hicieron casi sin parar, McCulloch estático como casi siempre, agarrado del pie de su micrófono empezó a entonar la letra de "Rescue" de su primer disco "Crocodiles" (1980), los nostálgicos y fanáticos de la primera hora babeaban. A su primer opus volverían de inmediato cuando hicieron "Villiers Terrace" que desembocó casi naturalmente en una versión de "Roadhouse Blues" de The Doors, de quienes también versionaron "People Are Strange" (que en su momento fue parte de la banda sonora de "The Lost Boys" del infame de Joel Schumacher).


El setlist siguió irreprochable para cualquiera que gustase de la banda, eso sí, sin dejar de lado su impronta de pop sofisticado y psicódelico, la banda sonó mas cruda y potente que en sus versiones de estudio. Es cierto que han pasado muchos años pero los nenes supieron, a su manera claro está, aggiornarse a los tiempos que corren y de esa manera entregaron sentidas versiones de clásicos pertenecientes a sus mas emblemáticos discos: de "Heaven Up Here" (1981) sonaron "All My Colours (Zimbo)" y "Over The Wall", de "Porcupine" (1983) obviamente estuvo "The Cutter" y de su famosa recopilación "Songs To Learn and Sing" (1985) sonaron dos de sus más resonantes hits que sólo fueron editados como simples en su momento, hablamos de "Bring On The Dancing Horses" y "Never Stop", además otro de los simples de aquel momento que sonó fue "Bedbugs and Ballyhoo". 


Si bien editaron "Meteorites" este año casi que no le dieron bola a su último material, las excepciones fueron dos, "Holy Moses" (el protohit del disco) y "Constantinople" pero al que sí le dieron bola fue a si clásico de 1984 "Ocean Rain", del cual sonaron las geniales "Seven Seas", "Killing Moon" cómo no y "Lips Like Sugar ", ya en los bises y precedida por "Nothing Lasts Forever" de su álbum de resurrección "Evergreen" (1997) que derivó en una libre versión de "Walk On The Wild Side" de Lou Reed, que provocó el típico uoh oh oh oh y las palmitas de la gente, cosa que al tirano de McCulloch mucho no le gustó, ya que espetó con su inconfundible e inentendible acento cockney un "don't clap" fulminante. Lo que sí se le entendió como a cualquier ciudadano de Liverpool fue cuando dijo Luis Suárez, cosa que obviamente fue celebrada por el cholulo uruguayo promedio. Pero hablar y cantar son dos cosas diferentes y, para el segundo bis, McCulloch demostró dos cosas, que los años de intensivo consumo del cigarrillo afectaron su gola otrora cristalina pero que, cuando tiene que dejar la garganta en pos de sus canciones lo hace. Y así fue el cierre con "Ocean Rain", tema originalmente bastante bajonero y que aquí, gracias a la actitud se volvió un grand finale para uno de esos conciertos que jamás pensamos íbamos a ver por aquí.

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